AUMENTA LA TENSIÓN POR DESPLIEGUE DE MILITARES

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ALGUNOS HABITANTES DE TEXAS PONEN EN DUDA LA NECESIDAD DE ESA ENORME PRESENCIA MILITAR

Mientras los primeros efectivos militares enviados a la frontera de Estados Unidos con México tendían ayer rollos de alambre de cuchillas en un puente y una ribera, una sensación de intranquilidad cundía en todo el Valle del Río Grande, en Texas.

La idea que el presidente Donald Trump propala de una frontera sitiada por traficantes de narcóticos y otros delincuentes discrepa con la realidad diaria de los habitantes de las localidades ubicadas lo largo de los 3.126 kilómetros (1.954 millas) que separan a Estados Unidos de México, las cuales figuran entre las más seguras del país.

Algunos habitantes del Valle ponen en duda la necesidad de esa enorme presencia militar y temen que manche la imagen de la zona. Y algunos temen que haya violencia si llega o cuando llegue la caravana de migrantes centroamericanos a la frontera de Estados Unidos, la cual fue la razón expresada para el despliegue de efectivos.

Aunque el extremo sur de Texas es la zona más utilizada para entrar ilegalmente en Estados Unidos, los agentes fronterizos efectúan numerosos arrestos en zonas remotas, a decir en riveras deshabitadas del río Bravo (o Grande), así como en senderos de tierra y caminos con maleza crecida.

«Me siento más seguro aquí que cuando voy a ciudades más grandes», dijo el viernes Emmanuel Torres, quien ha vivido toda la vida en el Valle del Río Grande, mientras desempeñaba su trabajo en una cafetería en Brownsville, que con 200,000 habitantes es la ciudad más poblada en la región.

Torres, de 19 años, dijo que la gente del área se siente «mucho como en familia» y que le preocupa que la presencia de los soldados atice en quienes no viven en la zona la percepción de una frontera disfuncional.

«La gente que no vive aquí solo va a crear una gran imagen negativa», declaró Torres.

Cuando Trump anunció esta semana el envío de hasta 15,000 soldados a la frontera debido a la caravana de migrantes que caminan hacia la zona, causó nerviosismo a una región de un millón de habitantes con plantaciones de cítricos, algodón, caña de azúcar y verduras, pero con poco dinamismo económico.

El Pentágono señaló que más de 3,500 efectivos fueron despachados a las bases en la zona, incluidos 1,000 infantes de Marina en California. Sin embargo, había solo 100 soldados en la frontera el viernes que trabajaban en y cerca de un puente que cruza hasta McAllen, Texas, que con 140,000 habitantes es la segunda ciudad más poblada en el Valle del Río Grande.

Más de una docena de elementos con uniformes militares tendían concertina (alambre de cuchillas) en la ribera norte del río, abajo del puente. Otros soldados colocaban barreras de alambre en los caminos peatonales del puente.

La caravana más numerosa que viaja por México todavía se encuentra a semanas de llegar a la frontera con Estados Unidos, y los migrantes no han dado indicios de por dónde podrían cruzar a territorio estadounidense. El Valle del Río Grande es la ruta más corta desde Centroamérica pero también una de las más peligrosas.

Los soldados han sido enviados para lo que se describió como una misión para brindar apoyo a los agentes fronterizos. Sin embargo, Trump indicó a los efectivos que si los migrantes los apedrean, reaccionen como si fueran agredidos con fusiles.

«Todo es preparativo en anticipación de la caravana», dijo Manuel Padilla Jr., jefe de la Patrulla Fronteriza en el sector del Río Grande. «Esperamos que estas personas no lleguen a la frontera. No se les permitirá entrar».

Conchita Padilla, voluntaria del Museo de Bellas Artes de Brownsville, dijo creer que Estados Unidos tiene el derecho a defender sus fronteras. Pero también señala que los soldados la atemorizan porque desconoce qué harán o cómo van a reaccionar frente a la caravana.

«Mi preocupación es que si hay un enfrentamiento, podría haber personas inocentes en medio que paguen las consecuencias», declaró Padilla, de 66 años. «Estamos rezando para que se vayan en paz».

De acuerdo con un análisis de estadísticas del FBI que hizo The Associated Press, nueve localidades estadounidenses ubicadas en la frontera con México tuvieron en 2017 una tasa de casi 346 delitos violentos por cada 100,000 habitantes. La cantidad es menor a la tasa nacional de casi 383. En Brownsville fue de 257 y en McAllen de 144.

Las mismas nueve localidades fronterizas tuvieron además una tasa de 2,058 delitos a la propiedad por cada 100,000 habitantes. La tasa estimada a nivel nacional era de poco más de 2,362.

«Es casi impactante, pero cierto», afirmó Jack Levin, director del Centro Brudnic sobre Violencia, perteneciente a la Universidad del Noreste. «Las cifras no mienten».

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